Estamos en una gran etapa, que no se confunda la sociedad.

|

Hace un mes más o menos escribí sobre nosotros los jóvenes. Lo he leído de nuevo y he tenido que borrarlo. Así que espero que con este no me pase lo mismo dentro de otro mes.

Leo el anterior párrafo y me río, pero de verdad. No de risa por dentro y media sonrisa por fuera. De risa de verdad de ¡Ja, ja, ja! Sonoro, porque así somos los jóvenes. Somos así, inconformistas y que nos encanta cambiar todo. ¿Te preguntas por qué? Porque estamos llenos de vitalidad, vivimos de sueños. Pero no sueños en sentido de algo irreal, sino en sentido de algo grande. Tenemos la vida por delante, toda la vida. Tenemos toda nuestra ciudad por delante, todo el país y todo el mundo. Nos lo queremos comer y además podemos. Los adultos no se cansan de decir, con cara de mira que es joven y que poco sabe , que yo también fui joven y creía que podía comerme el mundo y me enfada esa afirmación porque no saben ver cual es el problema. No saben y lo tienen delante: no es que creamos que podemos comernos el mundo, es que sí podemos. Es ahora mismo cuando podemos hacerlo cuando somos jóvenes y cuando es lo que nos toca. El problema es que quizá el adulto que nos dice eso no se llevo el mundo por delante cuando pudo hacerlo, que cree que el ser persona madura y por ello conseguir la sapiencia absoluta, lleva consigo la seriedad. Y de seriedad innecesaria estamos hartos.

La gente se piensa que vivimos en otro mundo, que no nos damos cuenta de la “cruda realidad”, que no ponemos los pies en la tierra, que no dejamos nuestra tecnología en ningún momento, que somos unos maleducados, que vestimos como auténticos extravagantes, que no sabemos como son las cosas, que nuestro plan más próximo es el fin de semana y los litros de alcohol que me compraré y el de llevar a un amigo que me reconstruya la noche al día siguiente… Yo me indigno y con razón, porque lo malo siempre llama más la atención, siempre. Si solamente nos centráramos en las minorías que lo hacen mal en cada etapa de la vida el ser humano sería en su niñez unos pillos maleducados, y expertos en sacar de las casillas a los padres, que solo traen notas a casa de que se han pegado en el recreo del colegio; en la adolescencia unos personajes que solo roban, empiezan a fumar y a beber, que no hacen nada bueno por el mundo y que lo único que saben hacer es sacar malas notas y meterse en peleas de bandas; en la juventud unos inútiles que solo piensan en su ombligo y no tienen ningún plan de futuro, en la madurez ,siendo ya adultos, serían unos borrachos, dejados, vividores, fumadores, maltratadores, asesinos, embusteros, abusones y mentirosos; por último en la vejez sería unos retirados amargados, quejicas y vividores a costa de los demás. Y sinceramente no creo que sea así. Toda etapa tiene sus pros y sus contras, y toda sociedad tiene quien lo hace bien y quien lo hace mal. La juventud no es menos y por eso mismo no se la puede juzgar basándose solamente en lo malo.

Los jóvenes somos sonrientes, sociables, dispuestos, artistas, estudiosos, con ganas de mejorar día a día, deportistas, administradores de nuestros ahorros, amigos de nuestros amigos, siempre fieles, enamoradizos, apasionados, habladores, discusionistas, con futuro por delante lleno de proyectos, con grandes aspiraciones, por supuesto educados, sabemos estar en todos sitios y dispuestos a ello, vivimos la vida cada segundo que pasa y nos lamentamos por crecer… A mí me encanta ser joven y me gustaría hacer recordar, sobretodo a aquellos que se encargan de recalcar lo malo de la juventud, como eran ellos en estos años y que no solo hacían cosas malas, que se acuerden de sus viajes con los amigos, de su primer novio, de la ayuda que prestaba a sus amigos y familia, de cómo intentaba dar su potencial al máximo, de esos sueños cumplidos o que no se llegaron a cumplir, del esfuerzo en sacarse la carera, todas esas noches de café e interminables apuntes, las risas de una noche de fiesta, el me ha mirado o me ha dejado de mirar, el abrazo de consuelo a un compañero hecho un saco de lágrimas, las risas de nuevo al terminar exámenes, el quemar los apuntes y arrepentirse al saber el suspenso, el arrepentimiento por palabras duras dichas sin sentirlo o el daño al ser víctima de estas y el pronto apoyo de un buen amigo, de los pocos problemas que tenían entonces y de la gran salud de la que gozaban… de innumerables cosas buenas que no se deben olvidar y tachar de cosas de la juventud sin importancia, son cosas con importancia y que no se deben menospreciar.
Estamos en una gran etapa, que no se confunda la sociedad.

0 comentarios:

Publicar un comentario